Amanece en las costas de Baja California Sur, la bruma
poco a poco empieza a desvanecerse, de pronto, justo frente de nuestro bote, una
enorme silueta comienza a dibujarse. ¡Es una ballena! Pero… ¿cómo llegó ella
hasta aquí?
poco de frío, pues aún es invierno. La mañana comienza a despertar, y una gran
nube de tonos amarillos y grises verdosos deja pasar los primeros rayos del sol,
que iluminan las nubes vecinas y forman un paisaje formidable. Detenemos la
embarcación y, súbitamente, aparece una ballena muy cerca de nosotros; toma
aire, dos o tres ocasiones, y se sumerge de nuevo. Después de veinte minutos, la
solitaria ballena aún no aparece; probablemente se desplaza hacia el sur y se
aleja de nosotros.
¿QUÉ ES UNA BALLENA?
Este grupo de mamíferos, perfectamente adoptado para llevar todo su ciclo
biológico en el agua, está clasificado dentro del orden de los cetáceos, que
incluye alrededor de ochenta especies, divididas, a su vez, en dos
subórdenes,Odontoceti y Mysticeti.
El suborden Odontoceti es el más
extenso y agrupa a los cetáceos con dientes. Se forma de casi setenta especies,
distribuidas en todos los mares del mundo y algunos grandes ríos, como el
Amazonas. A este suborden pertenecen los delfines, las orcas y la vaquita
marina, entre muchas otras especies.
El suborden Mysticeti agrupa los
grandes cetáceos que, en lugar de dientes, presentan una serie de placas en la
mandíbula superior, extendidas a manera de bardas que le sirven como aparato de
filtración al alimentarse. Son, pues, los misticetos a los que nos referimos en
este artículo, llamándolos simplemente ballenas.
TIPOS DE BALLENA EN MÉXICO
La ballena franca Eubalena glacialis ha sido de las más afectadas por la
intensa cacería a la que ha sido expuesta. Se le conoce poco y su último
registro en territorio nacional data de 1965, en la costa del Pacífico
bajacaliforniano. La drástica reducción de número de individuos contrajo su
distribución y no esperamos verla pronto en México.
El rorcual
común o ballena de aleta Balaenoptera physalus se persiguió mucho en el
Pacífico norte, pero la cacería fue casi nula en el Mar de Cortés, donde se ha
visto últimamente, lo cual indica fuertemente, sin asegurarlo todavía, que se
trata de una población totalmente mexicana.
También encontramos en México
el rorcual de Sei Balaenoptera borealis, el rorcual de
Bry de Balaenoptera edeni y el rorcual de
Minke o rorcual del norte Balaenoptera acutorostrata.
Este último ha aumentado su número simultáneamente a la disminución de las
poblaciones de otras especies de ballenas; por ello es la más estudiada y
discutida por la Comisión Ballenera Internacional.
La ballena
jorobada Megaptera novaengliae tiene un ciclo migratorio bien marcado y
se reproduce en aguas mexicanas pero, por desgracia, aún se encuentra
amenazada.
Se han localizado tres zonas principales de agregación de
ballenas jorobadas en México: el archipiélago de Revillagigedo, Bahía de
Banderas y la costa occidental de la península de Baja California. En los
últimos diez años su número ha aumentado entre 15 y 20 por ciento.
Una
tasa de crecimiento tan elevada es característica de las poblaciones en
recuperación. Hay que recordar que el número había descendido debido a
diferentes factores, como la caza indiscriminada, el turismo y la
contaminación.
Los cantos de estas ballenas han sido investigados en el
Laboratorio de Mamíferos Marinos de la Facultad de Ciencias de la UNAM. Así, se
ha observado que algunos machos interrumpen su canto cuando se aproximan
embarcaciones. Al parecer, ciertos motores producen sonidos cuyas frecuencias
interfieren con el canto y obstaculizan la reproducción.
También se ha
determinado que la invariabilidad genética de las ballenas jorobadas de México
es mucho mayor. Además de reproducirse abundantemente (entre 1,400 y 2,000 al
año), representan el principal grado de variabilidad genética del Pacífico
norte.
La ballena azul Balaenoptera musculus es el
animal más grande de nuestro planeta. En México podemos encontrar ejemplares que
miden alrededor de 26 m y pesan más de 120 toneladas. Para darnos una idea de su
tamaño, un elefante africano adulto pesa entre 6.5 y siete
toneladas.
Desde 1993, el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas
(cicimar) desarrolla el programa «Condición biológica de la península de Baja
California». Diane Gendron, responsable del programa, explica que el estudio
incluye, principalmente, al plancton y a la fotoidentificación de ballenas y
otros mamíferos marinos, para tratar de entender la relación de los animales
entre sí y con su hábitat.
La fotoidentificación, mediante un modelo de
captura y recaptura, hace posible la obtención de valiosos datos para observar
los movimientos de cada individuo durante diferentes lapsos de
tiempo.
Con esta técnica se ha comprobado que las ballenas azules no
dejan de alimentarse durante su estancia en zonas subtropicales. Más aún, la
distribución de los cetáceos está relacionada directamente con la existencia de
alimento. Su dieta consiste en un eufáusido llamado Nictiphanes simplex, que se
compone de organismos parecidos a los camarones de dos centímetros de longitud,
aproximadamente, que durante el día forman densas concentraciones en la
superficie del mar.
La abundancia en la reproducción de eufáusidos se
incrementa en el Golfo de California durante la temporada de invierno-primavera,
y atrae a las ballenas que se alimentan, dan a luz a sus crías, y tal vez se
aparean. Durante el verano, en las costas de California la temperatura se eleva
e incrementa las concentraciones de eufáusidos, lo que provoca un ciclo que
influye en los movimientos migratorios de las ballenas. En territorio mexicano,
el área comprendida entre Loreto y Bahía de La Paz, es la zona donde se
observan, con mayor frecuencia, ballenas azules.
Durante la tercera
década de este siglo, los balleneros noruegos cazaron alrededor de mil ballenas
azules en la costa oeste de Baja California, en el área comprendida entre Cabo
San Lucas y la isla Cedros. No obstante, la población de estos mamíferos marinos
no fue diezmada como en el resto del mundo.
La ballena gris Eschrichtius
robustus es la más famosa de todas las ballenas que encontramos en nuestro
territorio. Se ha recuperado muy favorablemente y, por ello, desde 1992 fue
retirada de las listas de especies amenazadas.
Estas ballenas pasan el
verano en los fríos mares norteños de Bering, Chukchi y Beaufort, donde se les
encuentra solitarias. Durante el otoño, cuando la superficie del mar comienza a
congelarse, inician la migración hacia el sur. Viajan solas o en grupos hasta de
16 individuos, en una de las mayores migraciones realizada por cualquier
mamífero.
La naturaleza dotó a las ballenas de un sistema de mediación
del tiempo que se califica de extraordinario; su arribo a los lugares extremos
casi nunca se retrasa más de cinco días. Su recorrido anual es de tres a diez
mil millas náuticas.
La población de estos cetáceos es de 17 mil,
aproximadamente.
Las hembras inician el recorrido a través del pacífico
norteamericano, desde las islas Aleutianas, por el Golfo de Alaska, hasta los
territorios de crianza, en las lagunas Ojo de Liebre, Guerrero Negro, San
Ignacio y Bahía Magdalena, en la península de Baja California.
Las
ballenas próximas a ser madres son las primeras en llegar, seguidas por las
hembras inmaduras y las receptivas. Más tarde se presentan los machos adultos y
los jóvenes, que son los últimos en aparecer. El número de individuos aumenta
entre enero y marzo.
Desde finales de diciembre hasta principios de
febrero, ocurren los partos después de una preñez de más de un año. Las ballenas
grises paren en las lagunas costeras, donde la alta salinidad del agua facilita
la floración de sus crías, además de la abundante ración de comida que facilita
la producción de leche para amamantar a los recién nacidos. Los ballenatos pesan
hasta media tonelada y llegan a medir hasta cuatro metros y medio de
longitud.
A finales del invierno las ballenas inician su viaje de retorno
a las regiones polares. Las crías han aprendido a nadar y, a pesar de ello, no
se separan de la madre que les ofrece protección y alimento, es por ello que
ambas son las últimas en salir para completar su ciclo migratorio, de unos
veinte mil kilómetros de recorrido total.
El ballenato permanece con la
madre entre siete y nueve meses.
Durante el siglo pasado, las ballenas
grises fueron víctimas de una intensa cacería que diezmó su población, de casi
30 mil ejemplares a tan sólo 4 mil, en el periodo comprendido entre 1858 y
1869.
En la segunda década de este siglo, las actividades balleneras
pusieron nuevamente en peligro a las poblaciones de estos cetáceos. En 1946 se
creó la Comisión Ballenera Internacional, con la finalidad de regular la
explotación en el mundo, y tres años más tarde México se unió al organismo,
formando parte del comité técnico y científico.
México ha estudiado a la
ballena gris por más de quince años y ha producido un banco de datos único en el
mundo. Los estudios permiten calcular cuántas ballenas vienen, cuántas nacen, su
distribución, y otros parámetros que favorecen en el dictamen de las medidas
para su conservación.
Es importante recalcar que estas medidas han
contribuido para la recuperación total de la ballena gris, gracias al esfuerzo
tenaz y oportuno de México, primer país del mundo que las protegió, lo que habla
muy bien de su papel conservacionista.
Ahora nos encontramos en la laguna
de San Ignacio. El sol vespertino comienza a dar textura a todo el terreno. Una
serpiente se sorprende con nuestra presencia, y hace sonar su cascabel en señal
de alerta. La laguna se ensombrece con aves que se desplazan de un lado a
otro.
El silencio es interrumpido por el motor de un avión a
otro.
El atardecer anuncia el final del día. La luna creciente brilla en
el cielo, todavía de un rojo intenso, y nos acompaña mientras calentamos café en
la pequeña fogata.
Entonces recordamos las palabras de Jorge Urbán,
investigador de la UABCS, «…la biodiversidad de cetáceos en México es
grandísima y, desde hace muchos años, nuestro país se ha preocupado por la
protección de los mamíferos marinos. El siguiente paso es conocerlos para
conservarlos y administrarlos correctamente. A muchos nos gustaría que México
fuera un ejemplo de administración y conservación de estas especies, con base en
el conocimiento que se tenga de ellos.
Creo que ese es el camino»…
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